Por: Damián Gallardo Martínez, Nov/2013
“Este mi rostro de sombra
Donde la luz me está naciendo
No lo niego
Animal sucio del fondo
Despacio a la superficie vino inmundo
Pero no ciego
Rozo el vitral que me asombra
Abro el plomo y voy ardiendo
En este abismo”
Este mi rostro
Donde la luz me está naciendo
No lo niego
Animal sucio del fondo
Despacio a la superficie vino inmundo
Pero no ciego
Rozo el vitral que me asombra
Abro el plomo y voy ardiendo
En este abismo”
Este mi rostro
José Saramago
Habitante salvaje en la geometría de las sombras, me han brotado flores del mal en cada mañana, iluminan rabiosas los simétricos días, calcinan mi hastío, devuelven al polvo lo que es del polvo, al aire lo que es del aire; la palabra mansa vuelta escupitajo de fuego infecta la herida, hongo alucinógeno nacido de la podredumbre, hoy lucha por ser ave y volar al cielo.
Tengo vocación de parábola profana, soñador maldito, prófugo del tiempo, asesino en serie de calendarios y agendas, adicto buscador de poemas escondidos en las grietas de los muros y en las huellas de las hormigas, sobreviviente inesperado de la desesperanza, cazador inexperto de quimeras y arpías, trotamundo varado en la oquedad del tiempo.
No soporto despertar en mi piel blanquecina, palidecida de días, enmohecida de horas, encapsulado como oruga en capullo, sostenido agonizante en los gélidos dientes de enero.
Me niego a la vida o a la muerte en esta isla de hombres solos, asumo la rebeldía primera como único gesto con vigencia histórica, la ira temprana como la dignidad más pura, la travesura de niño como la transgresión más justa; el papalote al que ayer solté amarras, aun me espera suspendido allá afuera, beso furtivo, palabra prohibida, intermitente luciérnaga que flota… “quien ha visto la esperanza, no la olvida”.
El amanecer ya no está por Levante; confinado en las venas, adherido a los ojos le traigo como lágrima seca, luz salobre que me punza las alas, enciende mis ansias de respirar el aire nuevo de los días oxidados.
Hoy me declaro libre de la libertad gangrenada, tan mercantil, tan barata; me declaro prisionero de la luz desamparada, flecha envenenada con mil preguntas a Dios que me hiere al costado, hoy me confieso libre y preso a un tiempo, completo e incompleto en este instante… pequeño, diminuto… soy yo mismo, hoy… sumergido en el ahora infinito.
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