El Salto, Jalisco, 08
de Marzo de 2015.
Hermanas y hermanos:
Hoy en día, hablar de la lucha de
las compañeras para hacer valer los derechos de género, es hablar de una lucha
histórica, en ningún momento ajena a la lucha por la vida misma, con una
profunda tradición al igual que la de otros sectores comprometidos en una
transformación social que tenga por fundamento: la democracia, la justicia, la
equidad y la libertad. Este trajinar no ha estado exento de contradicciones,
encuentros y desencuentros, sacrificios y pérdidas, pero también de una enorme
enseñanza y aprendizaje.
En cada etapa histórica de la
humanidad, cada giro de la historia moderna, la participación de las compañeras
ha estado presente, me refiero a las compañeras sin edad ¿por qué acaso las
compañeras de hoy no las envuelve la misma ráfaga de aire que envolvía a las de
antes de la hoguera o en la fábrica incendiada? ¿Acaso las voces de las
compañeras de hoy, no son las mismas voces que siguen resonando como un eco
perenne y que llegan nítidos a nuestros oídos?, son pues las mismas luchadoras
en otra generación, en otros rostros; muchas veces negadas, subestimadas y ridiculizadas;
pero al final de cuentas, han sido ellas también las manos que han dado cuerda
a la esperanza y han hablado por la vida.
Muchos compañeros aún no hemos
comprendido que hablar de la lucha de género es un asunto que nos atañe en la
misma magnitud; porque si no hemos sido parte de la solución de la problemática
que han planteado las compañeras; hemos sido parte del problema.
Me parece importante profundizar
la reflexión de cómo muchos de quienes nos decimos luchadores sociales,
rebeldes y revolucionarios no hemos sido capaces de romper con prejuicios,
preceptos, valores, toda una cultura que tiende a reproducir los esquemas de
exclusión y dominación que supuestamente pretendemos combatir y las vemos
únicamente como características del Estado opresor, aquí cabe la parábola de la
paja en el ojo ajeno. Inconscientemente muchos compañeros nos integramos como
instrumentos de la clase dominante al reproducir mecanismos de dominación los
cuales abarcan desde la construcción del lenguaje, de símbolos, hasta la
violencia cruda en contra de las compañeras, lo cual es una incongruencia
infame. En cada época es preciso hacer nuevamente el intento por la congruencia
y arrancar de las manos del conformismo esta idea de que no se puede cambiar y
transformar el mundo.
Así como nuestros muertos no
están a salvo del enemigo, porque el vencedor se apropia no sólo de la imagen
del caído fetichizándola, comercializándola, borrando su esencia transformadora
y contestataria; también hace suyas las banderas del vencido para auto
legitimarse ante las masas. Esta misma suerte han tenido las fechas
conmemorativas; la pérdida del significado de los acontecimientos históricos es
la ruptura del puente que nos conecta en línea directa con el pasado; es la
ruptura de la continuidad.
Preservar, recuperar la memoria
histórica de la lucha de la mujer, es tarea fundamental para que el 8 de marzo,
el Día Internacional de la Mujer no sea
convertida en una moda insulsa, un “show” oficialista. Mantener vigente la
tradición de lucha es la manera más justa de reivindicar a todas las compañeras
que en estos tiempos conforman la lucha por los derechos de la mujer.
El 8 de marzo es:
Almacigo de sueños, lugar de
encuentro, días de amor y lucha, coartada para la esperanza, corazón que irriga
ternura, promesa caudalosa, lucidez expansiva, combatividad contagiosa, pretexto
para la palabra, plataforma para el lanzamiento de iniciativas, flor y puño, oasis,
voces nuevas.
Atentamente
Damián Gallardo Martínez
Desde
el CEFERESO N° 2
Puente
Grande, Jalisco, México
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